30 enero 2015

Arrepentimiento verdadero a Dios

¿Cuál fue el propósito de Dios para enviar a su Hijo y ofrecerlo en sacrificio? Muchos creyentes responden: para liberarnos del castigo eterno en el infierno... Otros dicen: para liberarnos del pecado. Ambas respuestas son correctas, pero no completas... (Hebreos 5:11--6:12.)

Si buscamos en las Escrituras, descubriremos que el verdadero propósito de este sacrificio y redención de tan alto costo es que podamos recibir primero el Espíritu de Jesús en nuestros corazones, y segundo, tener una comunión constante con Él y con su Padre diariamente, a través de la oración en su Santo Espíritu y la meditación en su Santa Palabra. (Véase Gálatas 4:6; 2 Corintios 3:17-18; Hebreos 8:10-12; Josué 1:8; Juan 6:47-63; 15:1-8; 17:3,17-19; 1 Juan 1:3; Romanos 12:1-2; 2 Tesalonicenses 2:13-14; 1 Pedro 2:1-5; Judas 20-21.)

El fruto de esto es que nos convirtamos en instrumentos de justicia de Dios hacia la santidad, saliendo de este mundo pecaminoso en espíritu, para que podamos representar, predicar y mostrar a Jesús a todos a nuestro alrededor a diario. (Véase Romanos 6; Marcos 16:15-18.)

Jesús nunca dijo que tenemos que ir a la "iglesia" para agradar a Dios. Él nunca dijo que el único propósito en la vida es arrepentirse y ser bautizado en agua para que no vivamos en pecado y continuemos viviendo una vida normal como de costumbre, sin permanecer en el Espíritu y la Palabra de Dios... Lo que Jesús quiso decir es que también tenemos que negarnos a nosotros mismos --rehusar seguir nuestra propia voluntad--, tomar nuestra cruz --no temer sufrir persecución o rechazo por su nombre y el Evangelio--, y seguirlo diariamente --estudiar su Palabra y obedecerle fielmente para que el Reino de Dios avance y ganemos muchas almas para Él. Jesús continuó diciendo que quien quiera salvar o preservar su propia vida, perderá la recompensa final de la vida eterna... Pero quien pierda o sacrifique su vida para proclamarlo fielmente a Él y al Evangelio, será recompensado con la vida eterna completa. ¡Algo verdaderamente sobrio en que pensar! (Véase Juan 8:31-36; Marcos 8:34-38; Lucas 12:35-48; Hebreos 10:23-39; Apocalipsis 3:5.).

Si echamos un vistazo a fondo, descubriremos que el cristianismo imperante en la actualidad es extremadamente religioso, tibio e inactivo, y está bien lejos del estándar de discipulado de la Palabra de Dios. Obviamente, el diablo ha tenido éxito hoy en día en destruir la ferviente y apasionada fe que una vez vivieron los primeros discípulos de Jesucristo. La prueba de ello es el rápido crecimiento reciente del movimiento ecuménico apóstata y su llamado a la unidad entre católicos, protestantes y anglicanos, promoviendo un cristianismo tibio y mundano. ¡Qué vergüenza y reproche para el Señor!

¿Dónde están los verdaderos hijos de Dios arrepentidos y de todo corazón, y los discípulos de Jesús que están dispuestos a negarse a sí mismos y a morir por Él y por el Evangelio? ¿Dónde están aquellos que quieren morir a la sociedad corrupta y pecadora del hombre, y a sí mismos y a su propia reputación, y desean separarse del imperante cristianismo tibio? ¿Dónde están aquellos que quieren abandonarlo todo, y agradar y obedecer al Señor de todo corazón en todo momento y a toda costa, consagrados a avanzar el Reino de Dios en la Tierra? (Véase 2 Corintios 6:14-18; Apocalipsis 3:15-18; Lucas 14:25-35.)