En el momento en que nos arrepentimos de nuestra vieja vida pecaminosa y nos entregamos enteramente a Dios, somos bautizados en agua en Jesucristo y recibimos el Espíritu Santo, entonces nacemos de nuevo en el nuevo hombre que anda en novedad de vida para amar y servir a Dios. (Juan 3:1-8; Hechos 2:37-39; Romanos 6:8-11; Gálatas 4:4-6). Y desde ese momento le pertenecemos enteramente a Jesús, pues Él nos compró con el más alto precio que es su sangre derramada por nosotros en la cruz (1 Corintios 6:19-20).
¿Cuál es entonces nuestro legado y obligación delante de Dios?
Primeramente, debemos entender que tenemos que deshacernos de las rutinas de la carne, y de los afanes y las preocupaciones de esta vida, y concentrarnos en conocer la voluntad perfecta de Dios. Es por eso que Dios preservó para nosotros su Palabra registrada en la Santa Biblia, para que la conociéramos. Y nos la dio por medio de sus profetas y apóstoles, y mediante Jesús mismo, el Verbo Vivo, que dijo:
“El Espíritu es el que da Vida; la carne para nada aprovecha. Las Palabras que Yo os he hablado son Espíritu y son Vida." (Juan 6:63)
"Si vosotros permanecéis en mi Palabra, verdaderamente sois mis discípulos; y conoceréis la Verdad, y la Verdad os hará libres." (Juan 8:31-32)
"Yo soy la Vid verdadera, y mi Padre es el Viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo quita; y todo el que da fruto, lo poda para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por la Palabra que os he hablado.
“Permaneced en Mí, y Yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en Mí. Yo soy la Vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en Mí y Yo en él, ese da mucho fruto, porque separados de Mí nada podéis hacer. Si alguno no permanece en Mí, es echado fuera como un sarmiento y se seca; y los recogen, los echan al fuego y se queman. Si permanecéis en Mí, y mis Palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y os será hecho." (Juan 15:1-7)
El apóstol Pablo escribió al respecto:
"Por consiguiente, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es vuestro culto racional.
“Y no os conforméis a este mundo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestra mente (meditando en las Escrituras), para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto." (Romanos 12:1-2)
Todo hijo nacido de Dios y discípulo de Jesús debe examinarse y ver si su corazón está verdaderamente enfocado en las cosas celestiales o en las terrenales, como Pablo bien nos exhortó en su carta a los Colosenses:
"Si habéis, pues, resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, nuestra vida, sea manifestado, entonces vosotros también seréis manifestados con Él en gloria." (Colosenses 3:1-4)
Jesús nos enseñó que debemos buscar primeramente el Reino de Dios nuestro Padre y su justicia divina; y no distraernos ni enredarnos en los afanes de la vida y los quehaceres de este mundo, como hacen los increyentes. Él prometió que Dios iba a proveernos de cada una de nuestras necesidades básicas, siempre y cuando lo buscáramos de todo corazón y estuviésemos dispuestos a hacer constantemente su voluntad. (Ver Mateo 6:24-34.)
El apóstol Pablo nos exhorta diciendo que como soldados de Cristo debemos ser militantes y para nada enredarnos en los negocios o asuntos de esta vida:
“Sufre penalidades conmigo, como buen soldado de Cristo Jesús. Ningún soldado en servicio activo se enreda en los negocios de la vida diaria, a fin de poder agradar al que lo reclutó como soldado.” (2 Timoteo 2:3-4)
Jesús dijo que debemos pedir y seguir pidiendo en oración a Dios de forma constante y determinante, para que podamos ser llenos de su Espíritu Santo cada vez que lo buscamos e invocamos. Veamos lo que enseñó acerca de orar constantemente:
“Supongamos que uno de vosotros tiene un amigo, y va a él a medianoche y le dice: «Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío ha llegado de viaje a mi casa, y no tengo nada que ofrecerle»; y aquel, respondiendo desde adentro, le dice: «No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme para darte nada». Os digo que aunque no se levante a darle algo por ser su amigo, no obstante, por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
"Y Yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. O suponed que a uno de vosotros que es padre, su hijo le pide pan; ¿acaso le dará una piedra? O si le pide un pescado; ¿acaso le dará una serpiente en lugar del pescado? O si le pide un huevo; ¿acaso le dará un escorpión? Pues si vosotros siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará cosas buenas del Espíritu Santo a los que se lo pidan?" (Lucas 11:5-13)
Dios quiere que lo deseemos más que a ninguna otra cosa o ser querido, pues Él y su Hijo nos crearon para conocerlos, amarlos y servirles desde el principio de la Creación. Y después de que Adán y Eva, los primeros seres humanos en la Tierra, pecaran y entraran en maldición separándose de Dios por desobediencia, Dios aún proveyó en su misericordia nuestra redención enviando a su Hijo para que muriera y resucitara por nosotros, a fin de liberarnos del dominio y de la maldición del pecado que había sobre nosotros. (Ver 1 Corintios 15:3-4; Romanos capítulos del 3 al 6.)
En una ocasión, una mujer samaritana le preguntó a Jesús dónde debíamos adorar a Dios, si en un monte específico de los samaritanos o en el templo judío de Jerusalén, y Él le respondió lo siguiente:
"Mujer, créeme; la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no conocéis; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la salvación viene de los judíos. Pero la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en Espíritu y en Verdad; porque ciertamente a los tales el Padre busca que le adoren. Dios es Espíritu, y los que le adoran deben adorarle en Espíritu y en Verdad." (Juan 4:21-24)
Dios desea que le adoremos en todo momento y lugar, orando en su Espíritu Santo y meditando en la Verdad de su Palabra. Dios no quiere religiosidad de nosotros, practicando una religión basada en tradiciones de hombres y cultos semanales, sino en tener una relación íntima y personal con Él, y de forma diaria.
La Palabra nos dice que nuestra fe está basada en un compañerismo y una comunión constante con Dios y con Jesucristo, con el fin de conocerlos íntimamente:
"Estas cosas habló Jesús, y alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre, la hora ha llegado; glorifica a tu Hijo, para que el Hijo te glorifique a Ti, por cuanto le diste autoridad sobre todo ser humano para que dé vida eterna a todos los que Tú le has dado. Y esta es la Vida Eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado»." (Juan 17:1-3)
(Juan apóstol:) "Lo que hemos visto y oído acerca del Verbo de vida, os proclamamos también a vosotros, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y en verdad nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo Jesucristo." (1 Juan 1:1-3)
Cuando alguien le preguntó a Jesús cuál era el gran mandamiento en la ley de Dios, Él respondió:
"'Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente'. Este es el grande y el primer mandamiento." (Mateo 22:37-38)
Examinémonos y preguntémonos: '¿Estamos nosotros los nacidos de nuevo verdaderamente cumpliendo el más grande mandamiento de Dios de AMARLE DE TODO CORAZÓN, dedicando suficiente tiempo cada día para buscarlo, y conocerle a Él y su voluntad, a través de la meditación en su Palabra y la oración en su Espíritu Santo?' (Ver 2 Tesalonicenses 2:13-14; Judas 1:20-21.)
¿Cuál es el segundo mandamiento de Dios que dijo Jesús que debíamos de cumplir, y que complementa y completa el primero?
"Y el segundo mandamiento es semejante a este: 'Amarás a tu prójimo como a ti mismo'." (Mateo 22:39)
¿Cómo cumpliremos el segundo mandamiento de AMAR A TODOS NUESTROS SEMEJANTES, lo cual es humanamente imposible, a menos que estemos cumpliendo el primero, pasando tiempo suficiente de comunión íntima y cotidiana con Dios?
Dios se acerca y recompensa solamente a aquellos que lo buscamos y nos acercamos a Él diariamente de todo corazón, a través de la meditación en su Palabra y la oración en su Espíritu, y aborrecemos todo tipo de mentalidad carnal de este mundo, la cual es enemistad contra Dios:
(Pablo apóstol:) "Sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios, crea que Él está ahí, y que es Remunerador de los que le buscan fervientemente." (Hebreos 11:6)
(Pablo apóstol:) “Porque los que viven conforme a la carne, ponen la mente en las cosas de la carne, pero los que viven conforme al Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque la mente puesta en la carne es muerte, pero la mente puesta en el Espíritu es vida y paz; ya que la mente puesta en la carne es enemiga de Dios, porque no se sujeta a la ley de Dios, pues ni siquiera puede hacerlo, y los que están en la carne no pueden agradar a Dios.” (Romanos 8:5-8)
(Santiago apóstol:) "Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad hacia Dios? Por tanto, el que quiere ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: «El Espíritu que mora en nosotros nos anhela celosamente?» Pero Él da mayor gracia. Por eso dice: «Dios resiste a los soberbios pero da gracia a los humildes».
"Por tanto, someteos a Dios. Resistid, pues, al diablo y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y Él se acercará a vosotros. Limpiad vuestras manos, pecadores; y vosotros de doble ánimo, purificad vuestros corazones. Afligíos, lamentad y llorad; que vuestra risa se torne en llanto y vuestro gozo en tristeza. Humillaos en la presencia del Señor Dios y Él os exaltará." (Santiago 4:4-10)
Así que, si nos hemos arrepentido y entregado a Dios, hemos sido bautizados en agua en Jesucristo y recibido el Espíritu Santo (Juan 3:3-8; Hechos 2:38-39), tenemos un deber constante de buscar, acercarnos y tener comunión con Dios y con su Hijo, para que ESTOS SE ACERQUEN A NOSOTROS y podamos ser llenos de su Espíritu Santo, a fin de servirles de todo corazón y en la victoria:
(Dios:) "Me invocaréis, y vendréis a rogarme, y Yo os escucharé. Me buscaréis y me hallaréis, cuando me busquéis de todo vuestro corazón." (Jeremías 29:12-13)
(Dios:) "Clama a Mí, y Yo te responderé y te revelaré cosas grandes e inaccesibles, que tú no conoces»." (Jeremías 33:3)
El propósito de acercarnos a Dios y a su Palabra no es para el beneficio de uno mismo para obtener su favor y bendición. El verdadero propósito es para que podamos llenarnos de la GLORIA y del PODER de Dios, y de la VERDAD y del AMOR de Jesucristo, a fin de compartir el Evangelio de salvación del pecado y de la condenación, y transmitir el Espíritu Santo de libertad a los demás.
Dios nos amó tanto que nos dio a su Hijo amado en sacrificio expiatorio, para que una vez resucitado de los muertos pudieran ambos vivir en nosotros por medio de su Espíritu, a fin de que podamos ahora ALUMBRAR, ALCANZAR, SANAR Y SALVAR VIDAS al compartir el Evangelio –la Buena Noticia– con todos aquellos a nuestro alrededor.
(Jesús:) "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo aquel que cree y se encomienda a Él, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo sea salvo del pecado y de la condenación por medio de Él. El que cree y se encomienda a Él, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios." (Juan 3:16-18)
(Jesús:) "Si me amáis, guardaréis mis mandamientos. Y Yo rogaré al Padre, y Él os dará otro Consolador para que esté con vosotros para siempre; es decir, el Espíritu de la Verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque ni le ve ni le conoce, pero vosotros sí le conocéis porque mora ahora con vosotros y estará en vosotros.
"No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros. Un poco más de tiempo y el mundo no me verá más, pero vosotros me veréis; porque Yo vivo, vosotros también viviréis. En ese día conoceréis que Yo estoy en mi Padre, y vosotros en Mí, y Yo en vosotros.
"El que tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre; y Yo lo amaré y me manifestaré a él. Si alguno me ama, guardará mis Palabras; y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos con él morada." (Juan 14:15-21, 23)
(Jesús:) "Vosotros sois la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no se puede ocultar; ni se enciende una lámpara y se pone debajo de un almud, sino sobre el candelero, y alumbra a todos los que están en la casa. Así brille vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas acciones y glorifiquen a vuestro Padre que está en el cielo." (Mateo 5:14-16)
(Jesús:) “En verdad, en verdad os digo: el que cree y se encomienda a Mí, las obras que Yo hago, él las hará también; y aun mayores en número que estas hará, porque Yo voy a mi Padre. Y todo lo que pidáis al Padre en mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si pedís algo en mi nombre, Yo lo haré.” (Juan 14:12-14)
(Jesús:) “Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura. El que creyere y se encomendare, y fuere bautizado en Mí, será salvo del pecado y de la condenación; pero el que no crea será condenado.
“Y estas señales acompañarán a los que creen y confían: En mi nombre echarán fuera demonios, hablarán en nuevas lenguas; tomarán serpientes en las manos, y aunque beban algo mortífero, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán las manos, y se pondrán bien.” (Marcos 16:15-18) □
Jesús nos reconcilió con Dios >